domingo, 27 de mayo de 2012

Viajar cansa






Ya lo había dicho tan bien Pavese: lavorare stanca (trabajar cansa, en un castellano que queda mucho más pálido). Viajar cansa. No digo que sea desagradable, sino que nos deja agotadas desde los músculos hasta el alma.

Hace muy poco regresamos de Rusia: las noches blancas de San Petersburgo y la primavera de Moscú nos subieron el nivel de manía. Sol hasta las 11 de la noche, todo por ver, todo por fotografiar, agotamiento por leer en alfabeto cirílico, tensión por tratar de guarda en cada ojo lo que vemos. Cientos de tulipanes, todo el mejor art nouveau que prodría estar por Bruselas o Viena, canales que no envidian los de Amsterdam, kilómetros de mosaicos que cubren las catedrales (¡las catedrales! que son un tema aparte porque parecen más sacadas de la cabeza de un escenógrafo que parte de una ciudad).

Después de haber jugado de niña al Tetris, me quedé con la boca abierta al ver las cúpulas de San Basilio en Moscú. Y seguí con la boca abierta porque todavía quedaba mucho por ver. Fuimos desde el cuerpo embalsamado de Lenin hasta el Bolshoi, pasando por un Barbero de Sevilla increíble (ambientado bajo la nieve de un Moscú de los años 40), murallas, monasterios, muchos almuerzos al paso frente al Neva o el Moska, alguna siesta en la playa disfrutando del sol como lagartas. 

Llega un punto en que el cuerpo duele por pasar 14 horas diarias caminando. También se siente el cansancio por intentar recordar (para siempre) el exacto espectáculo de los puentes de cierto barrio donde vivió Dostoievski o el Kremlin a la caída del sol. Recuerdo haberme dado vuelta tantas veces en el ansia de guardarme un San Basilio en la resolana de las 10 de la noche. Es estar en el momento y, al mismo tiempo tratar de guardarlo en el futuro del siempre. Cada sobre de azúcar  que usamos displicentes, es que luego recordamos como el souvenir ideal de viaje. De la misma forma en que fuimos a ver ballet hechas unas crotas por no volver al hotel y cumplir con la imperiosa necesidad de tragarnos con los ojos la colección de siglo XIX del museo Pushkin. Ahora me lamento de no haberme comprado el catálogo, cosa impensable en ese momento, tan metida en esa realidad ficticia y rusa en la que me sentía como pez en el agua (en esa negligencia de vuelvo la semana que viene)

Volvimos desorientadas por el cambio de horarios  y con gorros de cosacos para los niños y un Cheburashka que se convirtió en la nueva mascota familiar

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero ese tipo cansancio es relevante: es el único que te nutre y te da alimento por el resto de tus días.
Y es cuando 14 horas caminando se torna algo maravilloso.
Beso queridas y muy bienvenidas.
* No habrán ovidado un buen Vodka... ¿o si?
Mar.

Fiamma dijo...

MaR: nos ofrecieron para brindar algo muy parecido a la acetona (jejeje). Lo dejamos de lado porque hacía 30 a la sombra y estábamos filtradas. ¿ Te lo cambiamos por un poco de salmón?
Besos

brilluda dijo...

No!! (de "No te la puedo!")
Es mi sueño ir a San Petersburgo!
No sabés lo que me gustaría ver esas cúpulas en persona...
Mi viejo viajó a la URSS (sí, sí, a la URSS, leyó bien) a un congreso en los 80s y trajo un módico álbum de 5 o 6 fotos que cada tanto revisito, y suspiro.

brilluda dijo...

Me faltó preguntar si pasearon por la avenida Nevski!
ahhhhhhhh...

Fiamma dijo...

Brilluda: recorrimos la Nevski Prospekt todos los días, desde Ligovski (nuestro hotel) hasta el río Neva. Eran unas cuantas cuadras pero ver tantas cosas lindas todas juntas era irresistible.
Si usas FB te mostramos cómo anda la Nevski en estos tiempos.
un beso

W. Von Dunajev dijo...

Hermosísimo destino, sumamente literario además. Debe ser cautivante sentirse un poco personaje de novela rusa mientras se camina por esas calles... Y debo decirle que me encantó su crónica, transmite muy bien esa intensidad y ambivalencia de la experiencia del viaje. Yo llegué hace poco de uno de dos meses y aún estoy a mitad de camino entre la "realidad ficticia y escenográfica" y una nueva etapa. Creo que es bueno tratar de construir lo cotidiano un poco con la mentalidad de quien viaja, darle espacio y tiempo a eso que uno suele posponer para el momento ideal.

Fiamma dijo...

W.Von D: nos dimos una buena panzada de Dostoievski, por ejemplo. Ambas ciudades son impresionantemente bellas.
La "mentalidad viajera" salva muchas veces de las neurosis cotidianas: resulta sanador tomar un poco de ese estilo de vida "entre paréntesis" para alivianar la rutina. ¿Desde dónde la trajo la vida esta vez? ¿Qué recuerdos de vida se ha traído?
un beso

W. Von Dunajev dijo...

Hola Miss F, disculpe la demora pero las cosas están un poco complicadas.
Este viaje me llevó por Madrid, Córdoba, Sevilla, Granada, Valladolid, Praga, Viena ,Budapest y Roma. Fue una de las experiencias más lindas que tuve por varias razones,una de ellas porque pude reencontrarme y viajar con dos de las personas que más quiero y que son de acá pero viven en Europa y conocer a otras nuevas que son de allí y que me permitieron experimentar cada ciudad y sus ritos desde un lugar muy particular.Un beso.