martes, 30 de julio de 2013

La novia de la que comprará las flores por sí misma

"Sally sale de la tienda lo más aprisa que puede y se encamina hacia el metro de la calle Setenta y Ocho. Le gustaría volver a casa con un regalo para Clarissa, pero no se le ocurre ninguno Le gustaría decirle a Clarissa algo importante, pero n encuentra la frase. Te quiero es bastante fácil. Te quiero se ha convertido en una fórmula casi corriente, que se dice sólo en aniversarios o cumpleaños; o también espontáneamente, en la cama o en la cocina o hasta abordo de un taxi, donde alcanzan a oírte taxistas extranjeros que creen que las mujeres deberían caminar tres pasos detrás de sus maridos. Sally y Clarissa no se escatiman cariños, lo cual, por supuesto, es bueno, pero ahora Sally descubre que quiere llegar a casa y decir algo más, algo que no sólo trascienda la dulzura y el consuelo sino que vaya mucho más allá de la pasión. Lo que quiere decir guarda relación con todas las personas que han muerto; tiene que ver con la conciencia que tiene de una buena suerte inmensa y de una pérdida inminente y devastadora. Si algo le sucede a Clarissa ella, Sally, seguirá viviendo pero no sobrevivirá, exactamente. Lo pasará muy mal. Lo que quiere decir tiene que ver no sólo con la alegría sino con el miedo constante y cerval que constituye la otra mitad del júbilo. Soporta el pensamiento de su propia muerte, pero no el de la muerte de Clarissa. Este amor que se tienen, con su domesticidad tranquilizadora y sus silencios fáciles, su permanencia, ha uncido a Sally a la maquinaria de la mortalidad misma. Ahora existe una pérdida que es inconcebible. Ahora hay una cuerda que ella puede seguir a partir de este instante, en que camina hasta el metro, y a  lo largo del día de mañana y el día siguiente y el siguiente hasta el final de su vida y el fin de la vida de Clarissa."

Michael Cunningham, Las Horas, Barcelona, Quinteto, 2005. Pág. 175


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Me gusta esta novela porque me gusta Virginia Woolf, entre otras buenas razones. Aquí Cunningham retoma escenas de la vida de Virginia Woolf, de una mujer que lee "Mrs Dalloway" y de una tal Clarissa Vaugham, a quien también llaman Mrs Dalloway, novia de Sally. En el comienzo de "Mrs Dalloway" la protagonista, Clarissa Dalloway, va a dar una fiesta y anuncia la célebre frase: "I will buy the flowers myself" ("Iré a comprar las flores yo misma")

Le regalé la novela a mi esposa hace unas semanas y la llevó para leerla durante las vacaciones. La última tarde (entraba un sol precioso por la ventana desde la que se veían los árboles y el río), se me acercó con el libro en la mano y me pidió que leyera el final de uno de los capítulos. Leí esto, o mejor dicho, lo releí, porque había leído la novela por trabajo en el '98. La primera vez no me había detenido en este pasaje. Ahora, lo transcribo.

4 comentarios:

encantada dijo...

¡Qué bien expresado! Ha puesto palabras a una sensación TAN conocida...

motta dijo...

exquisito y muy preciso

Nonblondie dijo...

Gran novela, recuerdo perfectamente ese fragmento. La historia de la Sra. Brown me generó una claustrofobia y una angustia durante toda la lectura.

Fiamma dijo...

¡Encantada! ¿Por dónde anda en estos tiempos? Un beso

Motta: gracias por pasar.

Nonblondie: también me ha pasado que se asocie una sensación desagradable a lo que llamaría "buena literatura".
Es muy curioso, pero así sucede.
un beso grande