viernes, 28 de septiembre de 2012

S/Título

Ella es mía. Me di cuenta en cuanto la conocí en esa vereda helada y embanderada. En todas las fotos que le saqué sin haberle puesto su remitente. Ella es mía porque la adoro. Y es una posesión necia y obtusa y blablabla, pero no la hace menos mía. Cuando me dijo quedáte conmigo y yo lo escuché pero no supe qué responderle, también supe que, en buena medida, ya era mía.
Esa comprobación sincroniza las esferas. Muchas veces en muchas mañanas o tardes termino de explicar alguna vuelta del Quijote, un verbo, qué es una falacia, o por qué dos aplazos nunca dan un aprobado, con una sonrisa en la boca porque, así nomás, me empieza a subir por la cintura una confirmación y me pongo contenta. Ella es mía. Y agradezco cada collar  y cada beso y cada mañana (aunque nos levantemos al alba) desde que me hice adicta al desayuno de sentado a la mesa con platos y todo. Me parece tan linda, así,  tan rubia o pelirroja, según le dé el sol. Transparente a fuerza de ser blanquísima siempre. Con la que tan bonita foto para los united colors hacemos.
Lejos, lejísimos, en el culo del mundo o acá nomás frente al río. En el restaurante exclusivo o de pic nic. En  Pocitos aunque sea invierno y, para colmo, nublado. Ella es mía.



3 comentarios:

viajera crónica dijo...

bueno, bueno!! parece que vamos relajando y dejando fluir!!! brindo por eso. y por usted. y por su ella!!

Anónimo dijo...

Q bonito :) <3!

María dijo...

Amiga, hasta ahora puedo comprender en mí este tipo de certezas.
Maravilla.
Saludos.