miércoles, 15 de julio de 2015

Literatura moderadamente lesbiana

"Y fue con los ojos del verano, por una sola vez, en el curso de aquella experiencia unica, que estuve contemplando a una mujer. A Sui."
Banana Yoshimoto, N.P.

He frecuentado por estudio placer en los últmos meses la narrativa de Banana Yoshimoto. Con preocupación debo decir que no sé japonés y que los cuatro titulos que se han traducido al castellano son pocos y buenos en todos los casos. Hay alguna novedad más en inglés, pero eso no resuelve mi entusiasmo por la autora.
Todos sus personajes son mujeres jóvenes, en un período de la vida que ya pasó para mí, pero que me resulta tan dulce recorrer desde la literatura. Mujeres muy jóvenes, perdidas, con familias extrañamente conformadas o informes, que tratan de llegar al amor, a a estabilidad emocional. En casi todos los casos, hay muy bajas expctativas de logro: hay dinero disponible (rentas, novios acaudalados), no hay una pasión por el estudio o la carrera. Trabajan muy poco y hacen gala de una curiosa costumbre: el arubaito, palabra que en una particular interfaz japonesa- alemana (arbeit) da cuenta de un trabajo estacional, de subsistencia, sin responsabilidades.
Y así viven. Pero aquí lo llamativo es cómo se cuentan esas vidas y lo que la piadosa traducción del japonés nos hace llegar es muy atractivo.
Comencé por Kitchen, segui con Un sueño profundo, N.P. y Amrita. Las temáticas son semejantes entre sí y ahora, con un poco de distancia, podría armarme alla franfenstein una gigante pretagonista global que se duerme, se evade, traduce, se emborracha y se enamora.
Y aqui viene el punto. No sé que tratamiento tiene la homosexualidad femenina en la cultura japonesa. He visto algunos ejemplos en textos de manga, pero me pareció un devaneo adolescente, nada que pudiera ser tomado en serio. La cosa es que he encontrado en todas los textos de Banana Yoshimoto la contemplación fascinada de una mujer por otra, el deseo de tocar, un beso en la boca robado a una amiga, la mano lista para acariciar el cuerpo de la otra.
Poco y nada sé de la autora pero recuerdo haber leído (¿en su blog?) que según propia declaración ella escribe sobre sus experiencias de vida (¿heterosexual?).
Muy difícil resulta acercarse a una cultura que ha sido desde siempre el mejor ejemplo de "lo otro", "lo lejano". Más difícil aún, intentar llegar a una literatura a través de la traducción. Casi todas las posibilidades en contra, yo diría, pero al mismo tiempo puedo decir que he leído y que me ha gustado lo que llegó a mis manos. Y que nunca hubiera sospechado ese coqueteo lésbico, esa mirada fascinada por la amiga, ese deseo físico por otra mujer que describen las protagonistas.
Comparemos impresiones de lectura y comencemos ya mismo el curso de lengua japonesa para poder subsanar estos baches culturales.

El libro del mal amor


Una de mis grandes contradicciones literarias es mi apasionamiento por la lectura de diarios intimos mezclada con el cargo de conciencia por fisgonear en el coto privado de la escritura ajena.
Entrar en esa escritura que no estaba destinada a ser leída me hace sentir el privilegio (claro, yo estoy conociendo más a ese personaje, yo estoy leyendo la cocina de su escritura) y, a la vez, un cierto tironcito de pudor por saber que eso no estaba destinado al ojo del gran público.
Hace unas pocas semanas, llegó a mis manos el primer volumen de los diarios de Susan Sontag. Lo leí de un saque, fascinada por saber que espiaba por el ojo de la cerradura. El editor, hijo de la autora, casi se justifica en el prefacio: presenta sus dudas e inseguridades en el momento de hacer público lo que su madre había mantenido como privado. La única certeza que lo lleva a la publicación es la siguiente:
"Lo que sí sé es que a mi madre, como lectora y escritora, le apasionaban los diarios y cartas... cuanto más íntimos mejor. Así que quizá la escritora Susan Sontag habría dado su aprobación a lo que he hecho. En todo caso, eso espero."

El texto presenta a una Sontag muy joven, a la que la vida universitaria hace salir al mundo adulto:
Quiero escribir -quiero vivir en un ambiente intelectual- quiero vivir en un centro cultural donde pueda escuchar mucha música. Todo esto y mucho más, pero... lo importante es que parece que no hay mejor profesión adaptada a mis necesidades que la docencia universitaria... 19/2/49

Pero por sobre todas las cosas, una Sontag atravesada por amores desparejos, unilaterales, dolorosos. Todas las relaciones con mujeres que aparecen en estas páginas son tormentosas y dejan el rastro humillado de compartir la cama con quien ya no la desea (y se lo hace saber).

Pobre eguito ¿cómo te sientes? No muy bien, me temo -algo magullado, adolorido, traumatizado. Oleadas ardientes de vergüenza y todo aquello. nunca me ilusioné con que ella estuviera enamorada de mí, pero sí supuse que yo le gustaba. 2/1/58

Su matrimonio con Philip Rieff tampoco escapó al signo del desamor:

Me caso con Philip con la plena conciencia + temor en mi voluntad de autodestrucción. 3/1/1951

Así como en "Treinta años después" revisa sus afirmaciones del célebre "Contra la intepretación", de la misma forma aquí aparecen sus enmiendas a las afimaciones radicales de la Susan joven, pero de todas formas, en ambas, se ve claramente cuál ha sido su norte en la vida: el afán por la felicidad y la voluntad de conocimiento.
Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

martes, 14 de julio de 2015

Si yo fuera la madre de Harry Potter

Invierno. Seis de la tarde. Vuelvo a mi casa y me encuentro con una oruga celeste echada en  el sofá color tomate.Sólo sobresale  de la manta de polar una nariz y la punta de una mano. El nene está ahí, fascinado, mirando una de Harry Potter. Más precisamente, "El Prisionero de Azkabán". Yo justo entro cuando Dumbledore reta a Harry por haber  corrido un peligro innecesario al salir del colegio con la capa que lo vuelve invisible: allí afuera planean matarlo.
El nene me mira muy serio y me dice:
- ¿Ves que Harry Potter también se manda cagadas?
Estoy cansada y tengo frío. No entiendo. Retoma:
- Si Harry Potter fuera tu hijo, lo retarías porque se mandó una cagada. Lo mismo pasa conmigo, cuando me mando una cagada ( me esfuerzo haciendo memoria para recordar cuál se había mandado últimamente. Infructuoso, no me acuerdo). Vos me retarías si hay asesinos afuera y yo salgo a la calle...
Le doy un beso en la cabeza y le pregunto si tomó la leche.
Me muero por un café. Pero al menos ya estoy en casa.

sábado, 4 de julio de 2015

¿Bernarda Alba era pianista?

Ver un piano y las bambalinas de Colón no bastan para dar un testimonio de excelencia artística. Si el tema iba por el lado humano, lo ideal habría sido mostrar humanidad en lo que se filma. 
El documental (?) va sobre dos carriles: un futuro concierto familiar que van a presentar en Bruselas y la búsqueda de los diarios íntimos de la adolescencia de Lechner, quien parece sumamente interesada en que su hija los lea. Egolatría mediante, ella misma le lee los pasajes que ella considera más interesantes sobre sí misma...  
La primera escena presenta el viaje en auto hasta la sala, el día del concierto. Tal escena se retomará en el final del documental. Allí una cámara (que está demasiado abajo), será testigo de  una conversación casual sobre la decisión de "ser pianistas". Líneas como las que siguen muestra no sólo un documental guionado, sino una vida guionada.
Madre: - Yo estaba muy interesada en la actuación.
Hija: -Pero cambiaste de idea a los 9 años cuando te fuiste a Londres...
Cada evento de la vida personal forma parte de la novela personal de la familia. Por lo demás, miradas furtiva a la cámara ( veloces porque uh, cierto que no tenía que mirar), conversaciones supuestamente triviales sobre los conciertos dados en la más tierna infancia con un dejo de nosotros lo hacemos así, el tono pedagógicamente patético de la abuela Lyl Tiempo (que se presenta como la heroína-pedagoga que formó musicalmente a su familia). Me corrió el frío por la espalda al escucharle decir, lo más impostada posible, que "Natasha ha sido niña prodigio como su madre".
Esta misma Natasha es quien mejor logra plantarse frente a toda esta parafermalia de devociones (porque los adultos también resultan obsecuentes respecto de piano que se encuentra pared de por medio, en la casa de al lado, bajo los dedos de Martha Argerich). Es sensata al piano y en sus comentarios. Creo que lo más genuino de toda la película aparece con su reflexión acerca de cómo debe ser la última nota de la última de las "Escenas infantiles" de Schumann ("No tan intensa, por se repite. Es como cuando saludás primero con un beso y después con la mano cuando se va el taxi"). Sin embargo el ego materno ubica a Lechner en situación de poner los ojos en blanco cuando le preguntan cómo es ser madre de una adolescente. Natasha trata mal a veces a su madre, su madre es sensible refinada y una artista consumada, su abuela es una leyenda viviente. 
Demasiado estereotipo para un mundo sin varones. No hay padres ni maridos a la vista. Sergio Tiempo (hijo-hermano-tío) tiene una pasada breve; otra el genial Mischa Maisky. Ambos resultan bocanadas de aire fresco en un ambiente en el que parecería que una Bernarda Alba musical no impusiera 9 años de luto sino de práctica en el piano.
Lejana, lejanísima de "Conversación Noctura" y "Bloody Daughter" ¿Por qué esta película cerró el BAFICI 2015 siendo proyectada en el en el Teatro Colón? ¿El hecho de que haya sido auspiciada por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires será el motivo?


domingo, 24 de noviembre de 2013

Triple o mitad: las reglas de lo hiperreal

La muestra de Mueck ofrece y esconde rastros de vida. Quita el aire la "máscara" con la que uno se encuentra al entrar. Dicha máscara (hasta se ve que es hueca  y está en una escala que triplica el tamaño humano) pero esos poros son de piel humana, cada pelo de la barba forma una barba humana. Hace perder el norte del razonamiento porque sabemos que no es verdad, pero no nos podemos mover porque debemos esperar por regla tácita que abra los ojos y respire.

Del conjunto de las 9 obras expuestas todas sorprenden, algunas dejan perplejo: el hombre del bote está desnudo y tiene una exraña expresión (cabeza ladeada) de quien busca algo más allá de donde la vista permite ver, aunque no haya nada. Si el bebé que lleva la mujer en canguro es de ella, ella está recién parida. No debería llevar las dos enormes bolsas de plástico con las compras. Ella está a punto de llorar. O de darse cuenta de que su vida no puede seguir así. El muchacho negro mira con sorpresa que el puntazo de navaja que le dieron en el costado. Tiene la camiseta manchada de sangre, ahora ve la herida abierta. La pareja de ancianos se acomoda bajo  lo que creemos la sombra mínima de una sombrilla (¿él estará enfermo y será el último verano juntos?). Desde atrás se ve que la agarra cariñosamente de un brazo. Una mujer desnuda carga inútilmente un fardo de ramas que la duplica en tamaño (y ella tiene un tercio de nuestra altura) pero se ve claramente cada arañazo de las ramas en el abdomen, los muslos, los antebrazos. Una pareja de novios muy jóvenes: él parece acercarse confidencialmente; ella parece recostarse en él. Al mirar el conjunto desde atrás, vemos cómo él la obliga a la cercanía sujetándola de un brazo.

Todas las obras escapan a la escala humana, con la que plantean la apuesta de doble o mitad. Pero son humanamente hiperreales. La perfección de cada detalle copiado hasta la confusión del esto no puede no ser real. La segunda sorpresa, dado que cada personaje lleva su historia en la cara pero se ahorra las respuestas, es la pregunta que siembra: ¿por qué está sucediendo esto? Si bien esta forma de copia obsesiva de la realidad desconcierta con el uso de la escala, gana su mayor efecto de realidad en las historias que cada obra presenta.

Son fotos de las que circulan en internet. No se puede usar la cámara en Proa.


viernes, 15 de noviembre de 2013

Acerca de la estrechez del lenguaje

“Según mi experiencia, las emociones no pueden describirse con una sola palabra. Tristeza, alegría, remordimiento, esos términos no me dicen nada. La mejor prueba de que el lenguaje es patriarcal quizá sea que simplifica demasiado los sentimientos. Me gustaría tener a mi disposición emociones híbridas, complejas, construcciones germánicas encadenadas, como  la felicidad presente en la desgracia. O esta otra: la decepción de acostarse con las propias fantasías. Me gustaría mostrar la relación entre el presentimiento de la muerte suscitado por los ancianos de la familia y el odio por los espejos que se inicia en la madurez. Me gustaría hablar de la tristeza inspirada por los restaurantes malogrados (...). Nunca he encontrado palabras adecuadas para describir mi propia vida, y ahora que ya he entrado en mi historia es cuando más las necesito. Ya no me puedo quedar sentado a ver lo que pasa. A partir de ahora, todo lo que cuente estará teñido de la experiencia subjetiva de formar parte de los acontecimientos. Aquí es donde mi historia se divide, se escinde, sufre una meiosis. Noto más el peso del mundo, ahora que formo parte de él.”

Jeffrey Eugenides, Middlesex, pág. 279


Este autor fue mi lectura de casi todo el invierno. "La trama nupcial", "Las vírgenes suicidas" y luego este "Middlesex", obstaculizado por las obligaciones académicas. La novela es deliciosa, porque al pasar de generación en generación se van adorando cada uno de los miembros de la familia que se describen. Perdonamos el incesto, nos sentimos hermanadas con la recién casada, comprendemos la angustia del amante rechazado y somos, en definitiva, el protagonista que nació como mujer y se volvió ese varón tan atractivo con el correr de los años. 
Esta es otra de esas novelas-hogar, novelas-mundo que invitan a pasar una buena temporada en ellas.  
¿Cuáles son los sentimientos que describen un viernes como hoy? 
¿ICirculación adrenalínica frente al desafío y quieto resquemor a llegar fallidamente a nuestro límite
¿Confianza segura en la belleza del mundo pese a esa línea al costado del ojo derecho
¿Entrega al amor aunque 'esa' camiseta la quería estrenar yo
¿Absoluto compromiso con la tarea intelectual y clara preferencia a la procastinación con el blog?

martes, 29 de octubre de 2013

Un domingo

Dice el nene, mientras desayunamos al sol en el balcón:
- Ya merendamos en el agua, siempre almorzamos en la tierra y ahora desayunamos en el aire. Decí que en el fuego no se cena, ¿no?